Muy probablemente (y ojalá así sea), 2009 pasará a la historia como el año en que Occidente comenzó a darse cuenta de que el funcionamiento del sistema capitalista es ineficiente e insostenible. E incluso de una verdad todavía más incómoda: que la crisis que se inició a finales de 2008 es un reflejo de la crisis de valores y de consciencia que viven desde hace tiempo las organizaciones y la sociedad. Parece como si hubiéramos perdido el rumbo. Y al no saber quiénes somos ni hacia a dónde vamos, la vida nos está revelando una dirección a seguir por medio de profundas modificaciones estructurales.
Al tomar un poco de perspectiva concluímos que las crisis son un punto de infelxión en nuestra larga historia de transformaciones sociales y económicas. Esta última crisis nos está sirviendo para darnos cuenta de que estamos evolucionando de forma inconsciente.
Desde el inicio de la crisis (septiembre de 2008) hasta marzo de 2011, más de 2,3 millones de personas se quedaron sin empleo en España. En menos de dos años y medio la tasa de paro se duplicó, sumando un total de 4,9 millones de desempleados. Precisamente por aquellas fechas las grandes corporaciones que forman parte del Ibex 35 (BBVA, Santander, Endesa, Inditex, Repsol o Telefónica) establecieron un nuevo récord histórico: en el año 2010 obtuvieron un beneficio conjunto de 49.881 millones de euros, un 24,5 % más con respecto a lo ganado el año anterior.
De hecho, los sueldos de los accionistas, consejos de administración y altos cargos directivos de estas compañías no dejan de incrementarse: en 2009 estos ejecutivos cobraron un 15% más que el año anterior. Es decir, una media de 82.400 euros brutos al mes. Y en 2010 su salario aumentó de nuevo, llegando hasta los 84.000 euros mensuales.
Este enriquecimiento de las capas más privilegiadas de nuestra sociedad se ha producido mientras el resto de los ciudadanos se apretaban forzadamente el cinturón. Y dado que la mayoría basamos nuestro bienestar en aspectos materiales -desatendiendo nuestras verdaderas necesidades-, cada vez que se tambalean nuestras circunstancias socioeconómicas, a nivel psicológico suele producirse una epidemia de incertidumbre y miedo.
Si bien se está produciendo a cámara lenta, el viejo paradigma se está derrumbando. Y no es para menos. Con nuestra manera de ganar y gastar dinero, cada uno de nosotros está aportando su granito de arena a la denominada “economía inconsciente”. Es decir, que por medio de la psicología del egocentrismo y de la filosofía del materialismo entre todos hemos creado un tablero de juego que va en contra de sí mismo, de su propia supervivencia física, emocional y económica. Está compuesto por un sistema monetario que arrastra una deuda insostenible, unas empresas codiciosas e ineficientes y unos seres humanos desconectados e infelices. A su vez, este sinsentido común globalizado es el responsable de la destrucción del hogar que TODOS compartimos: el planeta Tierra.
Frente a este panorama la pregunta aparece por sí sola: ¿hasta cuando vamos a posponer lo inevitable?
“La locura es seguir haciendo lo mismo y esperar resultados diferentes” A. Einstein.
Fuente: El sinsentido común. (Borja Vilaseca).
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